Tuve una conversación reciente con unos amigos que me acordó una experiencia nutritiva que tuve en el 2019. Una experiencia de valor, que me invitó a reflexionar sobre la autenticidad, la pasión, la fe, y el respeto que le debemos a quienes comparten este planeta con nosotros.
Se abre el recuerdo y todo empieza a ponerse borroso representando la búsqueda de los detalles en la memoria.
Giancarlo y yo teníamos aproximadamente 3 meses en Inglaterra, vivíamos en Portsmouth para los que no saben, la única ciudad Isla del país, la que todavía llamamos nuestro segundo hogar. Él tenía un evento en Londres organizado por la institución que le otorgó la beca, y como yo no iba a asistir, la aventura empezó cuando acordamos que nos encontraríamos en Trafalgar Square. Es un área en el centro de Londres que conmemora la Batalla de Trafalgar, la victoria de la marina británica en las guerras napoleónicas contra Francia y España en los 1800’s. Justo detrás está la Galería de Arte Nacional que tiene una colección de obras exquisitas. Todavía me sentía abrumada por la gran ciudad pero de zona 5 donde nos estábamos quedando, llegué a zona 1 sin perderme. Luego de pasar casi todo el día en la galería salí a esperar a Gian y ahí me encontré con un grupo de musulmanes que estaban regalando literatura islámica en los idiomas más populares del mundo. Había leído sobre el islam pero nunca había hablado con un musulmán, y para hacerlo tenía que dejar a un lado los prejuicios. Tuvimos una conversación de aproximadamente dos horas para concluir que era imposible ponernos de acuerdo en relación a verdades fundamentales de lo que creemos, pero que si era posible respetarnos, escuchar, y en ocasiones callar y dejar que el silencio haga lo suyo. Al final de nuestro intercambio pasó lo siguiente:
Él: “Te quiero regalar esto, sin ningún costo, solo tómalo y léelo.”
Yo: “Ya conoces mi posición, además, no vivo aquí, regresaré a mi país y no puedo llevármelo.”
Él: “¿De dónde eres?”
Yo: ¿De República Dominicana, ¿la conoces?”
Él: “No”.
Yo: Es una isla caribeña que está a más de 4000 millas de aquí.
Él: ¿Cuál es la dirección de tu casa allá?, yo te los envío.
Yo: Wao, gracias pero no.
En ese momento pensé, “de verdad él quiere que yo conozca esto sobre lo que él cree tan fervientemente, a esto yo le llamo ganas”. Al final, ¿que creen?, yo me llevé todo lo que me ofreció, y aunque no los estudié exhaustivamente, combatí mi ignorancia. En el momento en el que tenga que emitir una opinión, lo haré no solo desde la interpretación masticada de otros, sino de mi propia experiencia y conocimiento. Para mi Cristo sigue siendo Dios y no solo un gran profeta pero por lo menos ahora entiendo mucho más las diferencias y similitudes.
Se cierra el recuerdo, se abren las conclusiones, todo se ve clarito como el agua no contaminada.
1. No todos piensan igual que yo, ni lo harán, es necesario aprender a coexistir con la diversidad. Como saben, yo estoy aquí DE PASO, pero mientras esté prestaré mis oídos para poder ser escuchada, consciente de que no siempre lo seré.
2. La conversación ES importante siempre y cuando todas las partes involucradas quieran tenerlas. A mí me corresponde respetar a quien decida hablar y a quien decida simplemente callar. El silencio y el tiempo son excelentes para mantener la paz.
3. Claro que debemos luchar por nuestros derechos y expresar nuestras opiniones pero eso justifica todos los medios. Ahí hay ootro debate y este es el que quiero abrir, ¿el fin justifica los medios?, los leo en sus comentarios. Querer ser escuchado, ¿justifica un atropello en redes sociales?, ¿justifica una difamación?, ¿una crítica destructiva?
4. Empezamos por “debatir” en movimientos como Black Lives Matter, Me too, la agenda LGBT, el aborto, y terminamos en discursos de odio e intolerancia. ¿No será esto la simple antesala de un desacuerdo interminable?
5. En muchas ocasiones las personas de “mente cerrada” no necesariamente sean las que piensen una cosa o la otra, son las que no están dispuestas a escuchar, debatir y convivir en paz y respeto mutuo. En este momento no estoy cuestionando corrientes ni posiciones, sino nuestro manejo.
6. Esto es algo que vivimos todos los días. Recientemente, unos 150 escritores, académicos y activistas, incluyendo la autora JK. Rowling, quien escribió la saga de Harry Potter, han firmado una carta denunciando la “restricción del debate”. Ella recientemente publicó un ensayo sobre su posición en relación a unas medidas relacionadas a los derechos de la comunidad LGBTQ. Esta noticia la leí en el New York Times y se podrán imaginar que en la misma publicación de Instagram la burla y la crítica destructiva no se hizo esperar. Ahora bien, ¿un documento que hace lo siguiente debe ser una excusa para difamar a sus firmantes?
o “aboga por la apertura a puntos de vistas opuestas”
o “expone que el libre intercambio de información e ideas, el elemento vital de una sociedad liberal, se está volviendo cada vez más restringido”
o “muestra un deseo de los escritores de que le permitan espacio para la experimentación, la toma de riesgos e incluso los errores”.
7. El objetivo del debate es plantear y exponer diferentes posturas sobre un tema en particular con la finalidad de que se pueda llegar a una conclusión. ¿En conclusión? Bueno, si no podemos llegar a una conclusión, R-E-S-P-E-C-T.
Gloria a Dios por todo.
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