Hace unos 10 años aproximadamente tuve la oportunidad de visitar una exhibición de cuerpos humanos. No, no fui a un cementerio con las tumbas abiertas, aunque si fui a un cementerio interesantísimo en Edimburgo, pero esa es otra historia. Esta fue “Body Worlds exhibition”, es una exposición de cuerpos humanos y partes del cuerpo conservados. Estos se preparan utilizando una técnica llamada plastinación, esta permite revelas las estructuras anatómicas internas. El desarrollador del proyecto es el anatomista alemán Gunther Von Hagens, quien a propósito, inventó esta técnica a finales del 1970. Yo sé cómo me veo en el espejo y había visto ilustraciones anatómicas, pero esto es un viaje al interior desde una perspectiva poco alcanzable para el ojo que no es de un médico. Qué les puedo decir, una máquina impresionante, cortes transversales de nuestro cerebro, la piel de una persona, pulmón, corazón, todos los órganos del sistema digestivo y respiratorio dentro y fuera del cuerpo. Las fotos nunca la harán justicia pero cualquier ilustración de esta exposición nos llama a la reflexión. En esta ocasión lo que me llamó a la reflexión no fue verme por dentro, sino no sentirme bien por dentro sabiendo como soy por dentro. Les cuento.
El 24 de diciembre del 2020 estaba en Constanza, disfrutando de una navidad en familia en la montaña, aireándonos del Covid. El paisaje, la casa, el descanso, el friito, todo ideal para tomarnos fotos con las que pudiéramos recordar ese buen tiempo. En medio de fotos aquí, fotos allá, ahora los primos, ahora las parejas, ahora todos, decidí subirme en un banco de madera. Subí, motive a todos hacerlo, hicimos fotos, videos en cámara lenta y todos bajaron con cuidado y lentamente, menos yo. Para cerrar con broche de oro le dije a mi esposo, “ahora aquí, bajándome, en el aire”, ya saben lo que vino después, supe que ya no tenía 15 años. Fue muy rápido, di un salto, se me iban a caer los lentes y protegiendo esos cristales que me permiten ver en las dimensiones que me corresponde hacerlo, hasta ahí llego el evento, sentí un jalón en la espalda desconcertante. Conclusión, pasan los días, trato de reincorporarme a mis actividades físicas habituales y que les puedo decir, la máquina empezó a dar fallos. Pase por estado crítico de dolor y ahora llevo 6 meses en fisioterapia. No es lo único que le ha pasado a mi máquina en este 2021 pero definitivamente el más significativo. Viajé con mis emociones y sentimientos, decepción, enfado, tristeza, ingratitud, aceptación, esperanza, orgullo, entusiasmo, esperanza, alivio, motivación y ahora paz. Admito que viajo a veces al pasado cuando no sabía cuándo ni cómo me mejoraría pero tuve que entender que por impresionante que sea mi máquina, tiene sus limitaciones y las circunstancias y sus fallos no pueden ser la fuente de mi paz y mi agradecimiento.
Sufrimos por el pecado nuestro y por el pecado de otros contra nosotros, sufrimos por la falla de la máquina nuestra o la de los seres que amamos. Esta es una realidad y como no puedo evitar que todo esto suceda, que mejor oportunidad de aprender a sentir, de aprender a sentirnos tristes sin perder la esperanza, a sentirnos decepcionados y luego recordar que no es ni para poco ni para tanto, que simplemente es y debemos seguir adelante. Las rutinas son buenas, pero no cuando son la mayor fuente de resistencia a adaptarnos al cambio. Dolor e incomodad en toda mi espalda ha trascendido a mi corazón y por eso estoy agradecida. Es verdad que por el momento no puedo dar patadas al aire, ni correr, ni cargas cosas, pero tengo una lista aún más larga de cosas que si he hecho y puedo seguir haciendo. Le encontré el gustico a levantarme a las 5 de la mañana para darle mantenimiento a mi máquina(mente y cuerpo). Los ejercicios de fortalecimiento y estiramiento son muy beneficios, previene lesiones y te las cura. No hay que ser un maratonista o hacer triatlones para beneficio de nuestro sistema cardiovascular, caminar es muy bueno y alcanzable para la mayoría. He conocido personas de todas las edades con historias diferentes de porqué terminaron en terapia, rodilla, manos, espalda, hombros, tobillo, no estaba sola, y nunca lo estaré. Me he inyectado, me pongo hielo casi todos los días, he tomado una diversidad de calmantes pero mi mejor medicamento ha sido el entendimiento que Dios me ha dado, el que hoy comparto. “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto meditad” Filipenses 4:8.
Gloria a Dios por todo.
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