Un lunes de fiesta casual, me levanto y siento que alguien me está presionando el pecho pero sucede y acontece que nadie lo está haciendo. Mi radar de síntomas está sensible desde que vi el primer video de una ciudad con aspecto post-apocalíptico, Wuhan, en diciembre del 2019. Después de un año en fisioterapia, escuchar mi cuerpo es un “tengo que” para prevenir dolores no deseados, en fin, volvemos al lunes casual. Con sospecha le digo a Gian que me siento muy extraña, que hay que descartar el innombrable. Al otro día, ya no tan casual, siento que prendieron un horno, me pongo el termómetro tres veces y todo parece bajo control. A las 12pm, confirmado, fiebre inusual de 38.5 grados, empezó el juidero. Bueno, ni tanto, porque ni que quisiera correr tendría energía para hacerlo. Al otro día con pecho y fiebre voy a un laboratorio, el encuentro con el isopo de 3 metros. 24 horas después, el detectado más temido, positiva como una prueba de embarazo. Dolores de cabeza, fiebre, fatiga, náuseas, mareos y presión en el pecho, un coctél de síntomas que no había saboreado nunca. Si, el caso ha sido relativamente leve pero nada divertido. Ahora, cómo todo se trata de sacarle el jugo a las cosas, el plan no perfecto fue el siguiente:
Primero, aislarme para evitar contagiar a mi esposo, ¿cómo se llama la obra?, incubación, a los 2 días empezó a presentar los mismos síntomas. Segundo paso, modo distracción activado, me sentía físicamente tan mal que me pareció apropiado hacer cosas, leer, jugar ajedrez, conecta 4, trabajar, hablar por teléfono, ver películas y dejar que estas me vieran a mí. Tercer paso, declarar un mueble de la sala mi nueva habitación, por alguna razón era el lugar donde me sentía más cómoda, desayunaba, comía, cenaba y hacía todas estas actividades que acabo de mencionar en un espacio reducido. Cuarto paso, que en vez de ser el cuarto era la actividad recurrente, llamar a la farmacia para pedir los medicamentos que se acababan. Yo me río pero no me daba risa en el momento, tenía una bandeja de 20 pulgadas repleta de jarabes y pastillas solo para tratar la sintomatología. En medio de todo, en algunos momentos pensaba y decía en voz alto, “este asunto es Malo”. Como dice Julieta Venegas, la vida por todo lo malo algo bueno te da. Yo no sé de ella pero yo sí sé que Dios es bueno y que puedo estar agradecida todo el tiempo en medio de las circunstancias. Lo bueno, ufff, vamos con agradecimiento, porque aunque todavía no ha salido de mi cuerpo completamente, hoy tengo la energía para agradecer públicamente lo que el Covid en el 2022 trajo a mi vida.
· He compartido un tiempo invaluable con mi compañero de vida, mi esposo Giancarlo, sin él no hubiese sido lo mismo. ¿Cliché? No, estoy genuinamente agradecida por este tiempo junto a él.
· La familia, ay la familia. Sus llamadas a cada hora y los alimentos que con tanto cariño preparaban para alimentarnos. Cada plato los he valorado de manera individual y particular, agradezco por el pescado, los guineítos con salmón(díganme de eso), la mejor habichuela roja del mundo de mi abuela, las sopas revive muerto de mi madre, los seguimientos médicos de mi padre y mi hermano y el juguito de los suegros. No hay comparación y no los cambio por nada.
· Los amigos, que nos escribieron, que me decían, “Karla, cómo vás?”, me sentía y querida y como que de alguna manera presionada por decirle que me sentía mejor. Esa presión fue buena, yo quería mejorarme, para que la próxima vez que me preguntaran yo decirles, “Ay estoy mucho mejor, gracias!!!”.
· El doctor, ay el doctor, que sin compromisos ni burocracia me decía, “llámame todos los días”. En medio de un día de frustración, me llamó por whatsapp como por 20 minutos. Vocación, presencia, sensibilidad, son palabras que usaría para describir al Doctor Carlos. Doctor, la familia Beato Ortiz está tremendamente agradecida por usted.
· Mi trabajo, decidí mantenerme conectada, genuinamente disfrutaba poner una cita a las 10am para tener una motivación adicional para bañarme, acicalarme y encender una cámara. Disfruto lo que hago y apoyar a otros en medio de mi debilidad era una herramienta de re-enfoque. En vez de pensar en lo mal que me sentía, pensaba en cómo podía ayudar a una persona o a una empresa crecer.
· Los oficios, si, fregar, suapear, despolver también es terapéutico. Para mí lo fue, limpiar era como cuidar mi castillo, mi techo que me mantenía caliente y segura de noche.
· Los viajes a través de la lectura, estimulante y energizante a la vez. Economía, historia, hábitos, un consomé de ideas que me daban contenido para iniciar conversaciones y no terminarlas.
Ya mi esposo y yo estamos de recogida para foni uno, tomando las últimas pastillas, alistándonos para reintegrarnos a nuestros trabajos y a nuestras rutinas, a la aclamada normalidad. Que mi normalidad sea el agradecimiento, el entusiasmo por los pequeños detalles, el gozo en tiempos de calidad, el gozo en la paz y en la tormenta.
Gloria a Dios por todo.
P.D. Si, lávese las manos y use su mascarilla.
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