Un comienzo, un problema, un desenlace, un último trimestre de un año que me ha dejado tanto. No me encanta reconocer que lo que me trae aquí no es la consistencia pero la gran necesidad de sentarme a plasmar los pensamientos que deben ser re-enfocados. He tenido que hacer una pausa no deseada porque mi cuerpo caído ha dejado de responder a los cientos de estímulos a los cuales lo tengo acostumbrado. Agradezco por mi intacta actividad cerebral pero la verdad que estar en una cama con dolor en la columna que sostiene todo mi cuerpo no es una actividad muy divertida aunque sé que tendrá muchos beneficios a algún tipo de plazo, sea corto, mediano o largo. Lo interesante de todo esto es que ya tengo 10 meses en un proceso que se reinicia cuántas veces le place sin ninguna razón aparente, y aunque parece no ser grave, manejar la incertidumbre ha sido todo un reto aparte del dolor. En vez de regurgitar sobre ese dolor del que hablo que definitivamente no puedo controlar, o contar la cantidad de doctores a los cuales le he hecho la historia una y otra vez, o hablar de la NO tan aclamada reforma fiscal, mejor viajemos. Viajemos al mundo de las niñas y niños que no tienen acceso a educación de calidad. Hoy precisamente estuve escuchando una conferencia de Malala, una joven pakistaní que hoy está graduada en Filosofía, Economía y Política de la Universidad de Oxford pero que ya a los 17 años había ganado el premio nobel de la paz por su activismo a favor de la educación de calidad a las niñas, suprimida por el régimen talibán.
¿Y porqué querríamos viajar a ese lugar incómodo donde quizás nunca hemos estado? Porque quizás, solo quizás, la empatía pueda despertar en nosotros el interés de hacer más por la educación de nuestras naciones. Si cuestionamos por lo menos tres veces un resultado, quizás encontremos la causa raíz del mismo. A pesar de ser un opinión personal, no creo que esté tan lejos de la realidad que tenemos un país con una mala educación. Nos hemos puesto a construir calles, avenidas y carreteras y hemos dejado nuestras mentes sin rutas francas para resolver problemas esenciales que tenemos como sociedad. Nos hemos puesto a mejorar el acceso a transporte público y hemos restringido las vías hacia una transformación cultural en base a valores. ¿Qué podría yo mencionar como evidencia de que ha sido así? Hablemos de la educación de nuestros policías, de las autoridades y los líderes que están designados a proteger la integridad física de los ciudadanos. Hablemos del deseo egoísta de hacer “arte” sin importar sus consecuencias y que esta sea una mera y simple expresión o representación de algo. Hablemos de la educación que está recibiendo el 75% de los dominicanos, la pública, que está formando a la mayoría de la población, ¿podemos descansar en ella? Lo cierto es que no podemos descansar en una esperanza terrenal del aquí y el ahora pero honestamente mientras estemos aquí, siempre podremos generar oportunidades para transformar nuestras propias realidades y la de los que están alrededor de nosotros. Para agregarle practicidad al asunto y que este no sea un mero sueño, o teoría entiendo que podemos hacer esto realidad reflexionando sobre lo siguiente:
1. Leer, leer y leer un poco más. Y si lo sabes hacer, pues enseñarles a otro a hacerlo.
2. Priorizar la educación en nuestros presupuestos nacionales.
3. Estimular a los niños más allá del arduo trabajo que hacen los maestros. Enseñarles las tareas básicas del hogar puede hacer la diferencia.
4. Utilizar cada experiencia vivida como una experiencia de aprendizaje.
5. Sentirnos pequeños y con necesidad de aprender más hasta el último aliento de nuestras vidas, llevarse un poquito de lo que cada persona nos pueda enseñar.
6. No dar por sentado el regalo de la educación, es un privilegio, que hace mucho más sentido tenerlo cuando lo ponemos al servicio de los demás.
Sé que yo tengo que hacer más de esto y siempre tendré la necesidad de hacerlo, pero en este tiempo de prueba escojo aprender y aprender un poquito más de todo lo que me falta. Si hubiese nacido hace 100 años, quizás no hubiese tenido la oportunidad de tener la educación que tengo y que disfruto y ejercer una carrera, que a pesar de no ser el fin mismo, hoy tengo la libertad de escoger. Si hubiese nacido hace 100 años, quizás hubiese estado adelantada por un siglo. Esto es una pura suposición pero les digo algo, “I want to live in a place that provides scope for the imagination and change. I wonder if that place is a park, a job, a coffee shop or just my bed”.
Gloria a Dios por todo.
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